(Intervención de Enrique Antigüedad en el acto de la Plaza de Callao)

Amigos. Muchas gracias por haber venido.

Vuestra presencia aquí es, acaso, consecuencia de la rabia, de la ira, por ver en lo que se esta convirtiendo en España. En un verdadero fracaso.

Nuestras familias, nuestra gente, nuestros conocidos y amigos, la gente de nuestros pueblos y ciudades, todos somos ya víctimas de esta crisis, que es demasiado larga y demasiado profunda, como para poder superarla sin asumir verdaderos cambios en nuestra forma de vida.

Dice el dicho que no hay mal que por bien no venga, y yo me apunto a ese dicho.

Me lo creo y creo, creo que de esta rabia que os ha traído aquí surgirán cosas buenas, ya que estamos tan profundamente afectados todos, por los desastres de esta crisis, que realmente sabemos que no podemos dejar que todo siga igual.

Al final se empiezan a poner las cosas claras y la responsabilidad final de todo esto se empieza a atribuir a la banca. Yo más bien diría que todo esto se debe a una de las consecuencias más terribles del capitalismo: el sistema de banca privada y a una de las lacras mayores del liberalismo económico, la desregulación irresponsable del negocio financiero,

Seguir igual será dejar que los bancos sigan campando a sus anchas. O nos acostumbramos a exigir que el crédito sea un instrumento financiero al servicio de la economía nacional y el bienestar de las personas o esta crisis no será la última, ni posiblemente la más grande. Después vendrán otras, porque la avaricia no descansará.

Y antes o después el absurdo sistema bancario que nos ha dirigido a las personas, a través de su poder ejercido contra nosotros al controlar nuestras deudas, contra las empresas, al depender de los bancos su financiación y de los gobiernos al ser los bancos quienes pagan las campañas los partidos que ganan las elecciones, volverá a parecer devorarse a si mismo, en una orgia de beneficios para los especuladores de quiebra y bancarrota para los humildes y de vuelta al punto de partida en el que los bancos vuelven a ser los que deciden como se deben hacer las cosas.

Hay que acabar con este sistema de ficción en el que mueren de hambre los seres que habitan un mundo donde se tiran los excedentes alimenticios, somos capaces de llegar a la luna, pero somos incapaces de ofrecer una ocupación digna a millones de personas desempleadas en el mundo.

Y empecemos si hay que empezar por algún sitio denunciado la falta de democracia. Es muy aparente eso de que haya partidos políticos y que cada cuatro años se vote, pero como bien intuyeron todos esos que se acamparon aquí al lado hace un año, de los que seguro que hoy hay aquí más de uno, eso no es suficiente.

Eso es muy poco.

Hay que conseguir que las personas decidamos quien nos gobierna y podamos también retirar nuestra confianza a los representantes que nos defrauden. Que sobre los políticos decidamos nosotros y no los bancos que les dan créditos para sus campañas.

Debemos hacer posible que, desde la separación escrupulosa de poderes, el pueblo pueda elegir a quienes quieren que les gobiernen, de forma justa, sin depender de las listas cerradas de los parridos políticos, con la garantía de que se fiscalizará su actividad y se corregirán los abusos de poder en el momento en que aparezcan.

Solo con democracia podremos cambiar el mundo, pero con democracia verdadera, y no ésta de falsas soberanías y decisiones interesadas.

Empecemos hoy a luchar y empecemos hoy a poner en práctica la defensa social que merece nuestra patria y que merecemos nosotros, para que de vuestro grito de rabia de hoy surjan las esperanzas de mañana.

Gritad conmigo:

¡Quiero algo mejor!, ¡merezco algo mejor!, ¡voy a conseguir algo mejor!

Otra vez, muchas gracias por haber venido.