Ayuso ha ganado las elecciones del 4-M en Madrid. Estamos acostumbrados a oír esta frase, que suele reflejar una victoria a veces mínima respecto a los competidores, y que de hecho en muchas ocasiones, no supone el gobierno de las instituciones. En este caso, el triunfo ha sido completo, aunque no sea una mayoría absoluta, pero todas las poblaciones (excepto dos minúsculas localidades) de la extensa y poblada Comunidad de Madrid han refrendado a Ayuso en primera posición. Creo que este fenómeno es difícilmente igualable en otras latitudes, donde siempre suele haber un reparto entre los diferentes grupos políticos que pueden predominar, pero no dominar con ese respaldo. Por otro lado, Iglesias, el líder del movimiento comunista Podemos, ha fracasado y ha declarado su abandono de la política, nada menos.
Ya se sabía por las encuestas que algo de eso iba a suceder, pero no de esa forma tan nítida y contundente. Los perdedores, casi todos, excepto Más Madrid, que mantiene y mejora algo su puesto, no acaban de salir de su estupor. Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, por ausencia de su candidato Gabilondo, presa de una arritmia, ha declarado que la victoria se debe a las cañas y berberechos que los seguidores de Ayuso consumen de forma compulsiva, cosa que a ella le parece fatal. Así está el panorama actual de la política española.
Ayuso representa a muchos: al PP, al desaparecido Ciudadanos, a una parte de Vox, a casi 100.000 socialistas y a una buena porción de abstencionistas, como poco. Es un ariete de derribo del socialcomunismo que decía “¡No pasarán!”. Es un personaje que concita el espíritu de los tiempos en España para dar paso a otras realidades menos asfixiantes que las que vivimos hoy. Su programa no es conocido con puntos y comas, pero sí su animadversión al comunismo y la miseria que trae consigo. Los movimientos liberadores en lo personal y social debemos empujar para que esta rendija en el Titanic del control ideólogico imperante se agrande y se vaya dilatando hasta crear un movimiento donde fluyan las aguas de la libertad y la emancipación social. Es la hora de proponer medidas de limpieza y transparencia, de apoyo al necesitado y de luchar por el bien común, sin banderías, tratando de encauzar este movimiento telúrico hacia un fin compartido, que fortalezca a la nación y a los españoles sin distinciones clasistas ni racistas.
Ahora, más que nunca, se impone una orientación social y trascendente de la historia en España para conducir en la medida de nuestras fuerzas a los ciudadanos, nuestros prójimos, a un futuro contrario a la corrupción, gestionado por ellos mismos, libres de piratas y faraones tiránicos. Nosotros haremos por arribar a la tierra prometida, colaborando con aquellos que quieran tirar del carro de la Democracia Avanzada.