El lunes se filtró que la mujer del gran timonel, Begoña Gómez, estaba siendo investigada en un juzgado madrileño por sus labores de asesoramiento empresarial supuestamente incurriendo en algún tipo penal de tráfico de influencias. En la sesión de control del Gobierno de esta semana se pudo comprobar como este hecho había hecho mella en la oscura personalidad de Pedro Sánchez. Por eso, ayer en una carta dirigida a la ciudadanía el político socialista anunció que se tomaba unos días de “reflexión” y que el lunes contaríamos con su decisión definitiva acerca de su permanencia en el Gobierno.

En este mundo de relatos en los que vive instalada esta modernidad líquida lo que cuenta es la consistencia del relato, no tanto el hecho de que casi todos los operadores políticos, económicos y sociales nos intenten vender sus productos de forma narrada. Pero la consistencia en ocasiones viene negada de raíz cuando nos intentan colar una historia que ya nos intentaron colocar en el pasado o cuando los fundamentos de la historia tienen la solidez de un cuento chino.

En la década pasada, Podemos vio la luz esgrimiendo por doquier la idea de Casta, algo a lo que muchos nos podríamos apuntar, pues resulta innegable que algo muy parecido es lo que sufrimos en esta España del Régimen del 78. Sin embargo, allá por febrero de 2017, el inefable Pablo Iglesias se dio cuenta de que una vez que los suyos disfrutaban de las dulces prebendas de las que goza la Casta política y se les empezaba a ver el plumero, lo mejor era virar el rumbo, victimizarse y decir que quien estaba ahora dispuesto a acabar con Podemos era lo que el denominaba ahora como “la Trama”, un complejo compuesto de intereses económicos y medios de comunicación que estarían dispuestos a cualquier cosa con tal de acabar con su influencia política.

Más de siete años después, solo a la personalidad errática y narcisista de Sánchez se le puede ocurrir sacar a la luz un relato semejante para exculparse ante el grave escándalo que ha producido la actividad empresarial de su mujer, que aprovechando su posición como cónyuge de un señor muy poderoso (todo muy feminista) ha emprendido una labor de asesoramiento en diversos ramos, uno de ellos sorprendentemente el de captación de fondos públicos. En un momento histórico, en el que las ayudas post Covid han regado de liquidez artificial las depauperadas arcas de nuestro Estado, probablemente sirviendo para que más de un avispado haya perpetrado algún que otro “pelotazo” de campeonato.

Ante esta delicada situación, un Sánchez acorralado por lo exiguo de su estabilidad parlamentaria, se ha aferrado a un relato infantil y grotesco consistente en exponer que es un hombre “enamorado” que sufre el ataque mordaz de la derecha y la extrema derecha que le afean el asunto de que su señora a todos luces se haya aprovechado de su situación de privilegio marital a la hora de impulsar su carrera personal e incrementar seguramente su cuenta bancaria. Hechos, que con independencia de su carácter, son a todas luces inadmisibles a estas alturas de la película en una España en la que crece desbocada la pobreza, la desigualdad y la precariedad laboral por doquier.

La derecha y la extrema derecha, los de “Manos Limpias” e incluso el estado profundo israelí a través de la tecnología “Pegasus” hacen bien en denunciar la conducta de un Sánchez que tiene a nuestro juicio pocas opciones honrosas de salir airoso de esta ignominia: poner tierra por medio con su pareja -  “influencer” empresarial, como hizo la Infanta ante las tropelías de Urdangarín no hace tanto tiempo o hacer lo propio con los ilusos ciudadanos que algún día lo apoyaron, encerrándose en un chalet recóndito y protegido por la Guardia Civil a las afueras de Madrid en cualquier zona pija, como hizo su socio Pablo Iglesias en fecha pretérita.

Con toda seguridad el anuncio de una “jornada de reflexión” servirá para que Pedro Sánchez se saque otro conejo de la chistera que no será más que enésimo de hacer más dolorosa e insoportable la lenta agonía del Sanchismo que desgraciadamente está colapsando políticamente hablando este rincón del mundo. Rincón del mundo gafado con una generación de políticos a los que resulta imposible mirar por encima de sus propios intereses personales. El desenlace, lo sabremos pronto, quizás sea el que menos esperemos, pero lo que desgraciadamente no nos debería caber la menor duda es que en esta tragicomedia de medio pelo, nuestro Presidente del Gobierno ni de asomo sopesará de ninguna manera el interés general de España. Esto es lo dramático de este folletín decimonónico con el que nos quieren hacer comulgar.

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