Los islandeses han conseguido ser los dueños de su destino. Con sus acciones en el presente, asumiendo la responsabilidad de sus actos y sus consecuencias valientemente, nos han dado un ejemplo de dignidad, honestidad, coraje y sentido común. Llevan años haciendo justamente lo contrario de los que marca la Troika y no han permitido que sean los justos, los que pagan impuestos, los ahorradores, las pensiones de los mayores, los que levantan las patrias, los que paguen por los pecadores. No han permitido que fuese a costa de la Educación, la Sanidad, la Dependencia o los derechos de los trabajadores, las cuotas de los autónomos, o las prestaciones sociales a los más necesitados.
En la crisis financiera se negaron a cumplir las exigencias de los que imponen su poder, a nivel supranacional, para preservar sus sucios y oscuros intereses y privilegios. Votaron unidos e implacables a favor de su soberanía y hoy crecen a tasas cercanas al 4 por ciento, con un desempleo del 3 por ciento y avanzan hacia un futuro sin hipotecas.
En un debate para avanzar hacia una constitución ciudadana, celebrado a través de las redes sociales, dando un claro ejemplo de co-gobierno, política abierta y democracia avanzada, al fin y al cabo, los islandeses pusieron de manifiesto sus predilecciones, a saber, los derechos humanos, el control del sector financiero, la democracia, la igualdad, el acceso a la Sanidad y la Educación y el control nacional de los recursos naturales.
Y fue, tras focalizar aquello por lo que estaban dispuestos a jugársela, cuando tomaron las decisiones adecuadas para llevarlo a cabo, no rescatar bancos, establecer un corralito para evitar la fuga de divisas, juzgar a los banqueros y a los políticos, no pagar la deuda y eso sí, negociar un préstamo con el FMI, que a día de hoy, después de convivir sin ladrones de guante blanco en sus instituciones y entidades financieras, está cancelado. Entonces decidieron cerrar las puertas de la negociación que se llevaba a cabo con la UE. No a la adhesión.
Ante el escándalo de Panamá, los islandeses no han esperado a ver si es o no legal mantener sociedades diseñadas para lucrarse sin pasar por las cajas registradoras de sus predilecciones. No han esperado a comprobar si se trata de evasión de impuestos. Es inmoral y no responde a sus propósitos, un país solidario, dispuesto a jugársela por su honestidad y por la justicia. Por eso no tardaron más que un suspiro en salir a la calle para exigir la dimisión de su primer ministro y no se han ido a sus casas hasta que lo han conseguido.
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