Hay que empezar a tomar partido
A pesar de ser las cuestiones expuestas bien conocidas por la mayor parte de las personas que tienen algún tipo de inquietud política, el desasosiego que crea esta conciencia, está lejos de ser el germen de algún tipo de actuación que pueda aspirar a corregir estas aberraciones.
El sistema ha sido capaz de suprimir toda posibilidad de rebelarse, permitiendo a cambio, precisamente la algarada estéril, como válvula de escape. “Protesta libremente”, dicen, “eres libre y tomas decisiones, pero después, al comparecer ante tu pueblo para recabar su apoyo, ya te lo contamos nosotros como va” Y va así: partidocracia, corrupción, inexistente división de poderes, democracia falsa por imposibilidad de ejercer los derechos primordiales del sufragio activo (poder elegir a quien uno quiere) y del sufragio pasivo (poder ser elegido para cualquier cargo)
Las iniciativas que parecen haber surgido espontáneamente, sobre todo las que cristalizaron en los movimientos sociales del 15M, han ido diluyéndose, como cabía esperar, debido a su naturaleza asamblearia y poco estructurada, sin haber dejado apenas huella en el panorama político español.
Las escasas iniciativas que se han desarrollado desde diversos sectores de la sociedad indignada 15-M, Democracia Real Ya, las Mareas Ciudadanas, etc., parece que no consiguen reunir apoyos suficientes, más que para organizar manifestaciones, y no debemos olvidar que las manifestaciones, saludable síntoma de la protesta de un colectivo y catártica forma de tomar conciencia del propio enfado, son insuficientes para llegar a gobernar un país y más aun para renovar completamente un modelo de convivencia.
Históricamente, siempre hubo un grupo dirigente que llevo a cabo la revolución, las más de las veces apropiándosela y muchas veces alterando las intenciones iniciales del movimiento social, pero siempre, en todo caso, liderando un movimiento diverso, que de otra manera hubiera resultado estéril.