Desde Defensa Social no nos cansamos de denunciar las fallas del régimen constitucional español, herido de muerte en su propia configuración por una Constitución del 78, que no pudo o no quiso resolver para el futuro y en beneficio de una auténtica democracia, los principales problemas políticos que enfrenta cualquier nación. Uno de ellos, la configuración de un régimen de separación de poderes, sin lugar a dudas. Al igual que otro problema que ha quedado en el tintero, que nos es otro que el de una articulación territorial del Estado en clave funcional y de eficacia.
Y relacionado con este último, uno de los más acuciantes, es el relativo al sistema electoral, del que en estos momentos no nos vamos a parar más que en resaltar uno de sus fallos sistémicos más reseñables: la crucial preponderancia de los partidos nacionalistas, muchos de ellos inequívocamente independentistas. Entendiendo que el peso electoral de estos partidos lleva inexorablemente a una enorme representación política, lo queramos o no. Algo con lo que no podemos luchas con medios técnicos porque es una realidad.
Más bien, en este punto nos referimos a que muchas de las decisiones políticas más transcendentes se ponen de manera irreversible en las manos de la dirección de unos grupos políticos tremendamente minoritarios, que representan únicamente intereses de tipo territorial, pero que condicionan el devenir de la Nación en su conjunto. Algo a todas luces inadmisible.
Traducido a román paladino y como ejemplo práctico, en más ocasiones de las oportunas, ha sido el Partido Nacionalista Vasco quien ha decidido el rumbo que ha tomado España convirtiéndose en la piedra angular del sistema político español de una manera ostensible y muy por encima de su nivel de representación parlamentaria. ¿Lo podríamos poner en negro sobre blanco? Enseguida, porque tenemos tres ejemplos que nos ayudarán a expresar gráficamente a lo que nos estamos refiriendo.
En primer lugar, la moción de censura que permitió en el año 2018 que Pedro Sánchez sustituyera en La Moncloa a Mariano Rajoy a través del mecanismo constitucional de una moción de censura, estrategia política pergeñada por su asesor Iván Redondo. Pero que solo prosperaría cuando el 31 de mayo el PNV decidió su apoyo y la coronó con los apoyos parlamentarios precisos para que fuese viable. Toda España estuvo pendiente de Bilbao y la sonrisa de Pablo Iglesias solo se dibujó en su maquiavélica cara cuando los nacionalistas vascos consideraron oportuno, sin obstar para ello el hecho de que hubieran apoyado los presupuestos de Rajoy apenas unas horas antes. Todo muy coherente…
En segundo lugar, más recientemente, tras las elecciones del año 2023, la puñetera aritmética electoral española provocó que volviera a estar en las manos de los sucesores de Sabino Arana la conformación en España de un gobierno de uno u otro signo. Decidieron que siguiera gobernando un Presidente, enfermo de poder seguir gobernando a cualquier precio, obviando que los españoles habían votado de manera mayoritaria a partidos de la derecha. Los vascos volvieron a ser decisivos y se puso en sus manos una cuestión que realmente atañe al conjunto de la ciudadanía, dando ocasión a un gobierno de coalición débil parlamentariamente y carente de toda coherencia en su rumbo programático para emprender una acción de gobierno con visos de seriedad. Al PNV le interesó que así fuera y en sus manos estaba hacer este engendro posible.
Y en tercer y último lugar, la ocasión actual, en la que la situación de bloqueo político solo permite la única opción de que desde el País Vasco y su buque insignia se ofrezca una solución diferente, una salida a la actual situación de parálisis institucional. España sin presupuestos, sin isos de consensuarlos, con un Gobierno que todas las semanas pierde varias votaciones en las Cortes, un Presidente con un entorno estrechamente implicado en casos de corrupción, pero solo pendientes de que los nacionalistas vascos del PNV decidan accionar el botón nuclear que solo ellos tienen en su poder y que podría permitir que nos librásemos del gobernante más pérfido que hemos sufrido en varios siglos.
Además, las políticas principales en clave de programa de los dos partidos políticos en el Gobierno, la energética y la de la vivienda, penden del veto constante de los peneuvistas y ex convergente, puesto que no en vano el consejero delegado de Repsol fue Presidente del PNV y detrás de los de Junts está la patronal catalana y con ello, la asociación nacional de la construcción, como es público y notorio. Ni los unos ni los otros permitirán que los socialistas y los de Sumar se muevan de la moderación más derechista en ambos sectores del quehacer político lo que provoca un enfrentamiento irresoluble entre ellos y los de Podemos, agriados en su carácter por haber sido despojados de sus suculentas carteras ministeriales, desplazados a las latitudes marginales del grupo mixto del Congreso de los Diputados.
En fin, que nos encontramos de nuevo en una coyuntura que no resulta a estas alturas de recibo y que nos es otra que la que propicia que la gobernabilidad de España se halle por enésima vez en las manos del Partido Nacionalista Vasco, algo que nos parece intolerable y a lo que los dos grandes partidos debieran haber puesto coto hace ya muchos años. Al final, gran parte de la ciudadanía dudamos de un sistema en el que se vote lo que se vote, los que acaban decidiendo son precisamente aquellos más interesados en la debilidad, cuando no en la pura desintegración de nuestra querida patria, España. Algo en todo punto carente de toda lógica, pero que al bipartidismo parece no preocuparles demasiado a estas alturas. Ellos verán.