El ex Presidente de la “Generalitat” de Cataluña, Carles Puigdemont Casamajó, la volvió a liar el miércoles 8 de agosto. Fue casualidad que nos pillara por la Ciudad Condal el asunto y nos pasamos la estancia bromeando con la posibilidad de encontrarlo casualmente. El caso es que en esa fecha se tenía previsto el debate de investidura de Salvador Illa y la reaparición en el Parlamento del político fugado y su eventual detención. Ese y no otro, era el guion previsto. En teoría, se trataba de una “operación” orquestada desde “Junts” para intentar retrasar la elección del socialista como Presidente de la “Generalitat” y ganar algo de relevancia mediática. La detención en sede parlamentaria de Puigdemont provocaría la suspensión del Pleno de la Cámara y despejaría las dudas sobre el futuro judicial del gerundense.
Así lo tenían previsto incluso las fuerzas policiales de “Mossos d’Esquadra”, según se han expresado en sus comparecencias para explicar estos hechos. Sin embargo, el líder de “Junts” después de pronunciar ante la multitud un discurso en el Arco del Triunfo desapareció de la escena y huyó, dejando a todos con un palmo de narices. En las escenas se ve como Gonzalo Boye, su abogado, se lo lleva del estrado para hacerlo desaparecer por el momento de la mirada pública y de la acción policial. Se había vuelto a fugar y en este asunto estaba claro que la batuta la había llevado la dirección letrada del ex Presidente. No constituye más que una nueva huida hacia delante encaminada hacia el abismo del exilio permanente.
Como no podía ser de otra manera, este hecho provocó inmediatamente el escándalo en España y en el mundo. Parecía increíble que pudiera volver a perpetrar la misma jugada que en el año 2017. Nadie daba crédito. Y de hecho, Puigdemont se debió de salir del guion que el mismo había previsto. Algo totalmente inaudito. Pero, desde nuestro vislumbre, a última hora decidió no entregarse en el Palacio de la “Ciudadela” y eludir por enésima vez la acción de la justicia española que sigue manteniendo frente a su persona una orden de busca y captura. El abogado debió decidir que jurídicamente su patrocinado se iba “caminito de Jerez” y acabaría la jornada con seguridad en unos calabozos policiales o judiciales.
Creemos que no tiene mayor implicación, pero el asunto ha levantado un gran revuelto. No son pocos los que ven la mano de Moncloa detrás. Sin embargo, creemos que dispositivo judicial se orquestó para detener al político en el ”Parlament” y a última hora a este peculiar personaje le entraron las dudas y los sudores y decidió poner pies en polvorosa. Todo lo que hace Puigdemont nos indica que muy bien de la cabeza no está el pobre. Sus actos carecen de la más mínima coherencia lógica. Tiene un comportamiento bien atrabiliario para poder tomárselo en serio. Se ha convertido en un chiste de sí mismo y tomárselo en serio supone ponerse a su nivel de esquizofrenia mental. No hay más explicación detrás. El problema es que la gobernabilidad de España depende de un personaje con este nivel de precariedad emocional y que el culpable de que así sea, provoca este esperpento únicamente para buscar su propia supervivencia política.