De todo el debate sobre la moción de censura de Podemos nos ha llamado poderosamente la atención una cosa, la obsesión, más o menos inconsciente y disimulada, o no, de obligar a los españoles a elegir entre dos apuestas, normalmente enfrentadas, al menos en apariencia, dado que al final y como ocurre con la banca, gana el Sistema y con él una serie de privilegios de la clase política, de los que no se ha dicho ni una palabra.
A los que hablamos de democracia participativa, de atropello a las minorías en las leyes electorales, así como a los que estamos dispuestos a pedir medidas de control de privilegios políticos, leyes sociales más justas, además de medidas anticorrupción, a acabar con el clientelismo y el pesebre, se nos llama ahora demagogos. El pensamiento único se ha encargado de que, todos aquellos que miramos en esa dirección, seamos tratados con apelativos de distinto cuño, siempre descalificativos. Lo que hay “es lo menos malo”, y punto.
Sin embargo, apelativos aparte, Defensa Social cree que para denunciar incongruencias basta con tener un poco de criterio, atenerse a los hechos y emanciparlos de sesgos e ideologías. Para lo que no es necesario carecer de las mismas. Nuestro fin es valorar si la moción de censura de Podemos tiene un valor de cambio más allá de las siglas. Decir de antemano, que no se espere de Defensa Social diatribas tipo: “con nosotros España ira mejor, con ustedes España ira peor”, tan al gusto de partidos como Podemos o el PP. Huyendo del aspecto mesiánico de la vieja política, apostamos y trabajamos por la Nueva Política, que aspira a alcanzar mecanismos de participación significativamente más amplios, dentro de una democracia participativa y un Gobierno abierto, todo ello dadas las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y paradigmas, y por que sea la mayoría de los españoles los que, de forma responsable, tomen las decisiones que construyan su futuro, especificando qué es mejor o qué es peor, huyendo así del insulto a la inteligencia.
A parte de propuestas económicas, paquete de medidas contra la corrupción y exigencias a la banca con el fin de que devuelvan lo robado y lo “prestado” por los ciudadanos, de lo que no sólo no tenemos nada que decir, sino que, además, lo apoyamos, la moción de censura de Podemos se ha centrado en un tema, expresado en un titular más o menos ocurrente: “La corrupción tiene sede”, a sabiendas de que la sede tiene su razón social en la calle Génova de Madrid. Con esta nueva postura, el Pablo Iglesias de hoy olvida por completo al Pablo Iglesias que fue, antes de sentarse sobre el terciopelo rojo, cuando acuñaba términos como PPSOE. Entonces para él eran lo mismo, y cuando desde platós como el de Intereconomía o Fort Apache enumeraba casos de corrupción, no se olvidaba de la protagonizada por el Partido Socialista Obrero Español, al que acusaba de haber perdido alguna que otra sigla; del vergonzante nacionalismo catalán, o el todavía más de derechas vasco, a los que, por aquel entonces, oponía firmemente la Patria, asegurando que Podemos era el partido patriótico que necesitaban los trabajadores españoles, y recordando que la patria era una construcción solidaria con los más necesitados. Contenido con el que Defensa Social coincide en su totalidad.
El primer ensayo en el Congreso nos desveló al Podemos más justiciero: Iglesias acusaba al gran jefe blanco de los socialistas españoles, Felipe González de ser el brazo ejecutor de la ignominia, y aseveraba, con las pertinentes modulaciones del tono de voz al uso de quine pretende impresionar, que pasaría a la Historia como “el presidente de la cal viva”, en una intervención, todo hay que decirlo, desmesurada y a contra pie, más bien fuera de lugar. A día de hoy, Iglesias, consciente de que necesita a los socialistas para gobernar, asegura que González paso a la historia como “el presidente de la modernidad”, -con tono conciliador, amigable y sereno-; apoya a los nacionalistas e independentistas catalanes -una casta que ha hecho trizas el estado social que Podemos predica, haciendo de lo público su negocio particular-; y se abraza con un pistolero sin complejos como Otegui, consciente de que los necesita para entrar en ambas cámaras autonómicas, después de que su PPSOE entregase, estas últimas instituciones, a los terroristas, a través de un invento perverso llamado política antiterrorista.
Nos causa cierta zozobra pensar sobre cuál será el programa electoral de Pablo Iglesias y Podemos una vez sentados sobre el terciopelo azul. Y si nos atenemos al criterio seguido hasta el momento, puede que hasta vea con buenos ojos a los amos de la Troika, al igual que ha ocurrido con sus estimados Siryza en Grecia, teniendo en cuenta la facilidad con la que ha olvidado las políticas conservadoras y ultra-liberales del Partido Socialista en el Parlamento Europeo, el Partido Socialista de los TTIP, por ejemplo.
Comprobar que el 90 por ciento del tiempo de exposición de la moción contra Mariano Rajoy y compañía se ha utilizado en enumerar casos de corrupción, ya publicados en prensa, de un único partido, viene a decir que Pablo Iglesias ha pasado de ser un antisistema, a un sistémico anti PP.
Desde Defensa Social pensamos que la democracia española necesita algo más que un “anti” lo que sea para regenerarse y transformarse en un sistema de Gobierno del siglo XXI. Necesita ampliar los cauces de participación, tener en cuenta la inteligencia colectiva y su creatividad, política abierta, recorte de privilegios. Necesita replantearse aquello que no han funcionado en 40 años, sin que el precio sea para quienes lo hacen, la vida política. Es más, necesita cuestionarse y revalidar los cimientos: la justicia social, la dignidad de la persona… y para ello hay que hablar claro y prescindir de tabúes.
Decir que, con la entrega de las competencias de Sanidad, Educación o Dependencia a las autonomías, no sólo hemos sufrido recortes, sino que, además, los españoles estamos siendo víctimas de desigualdades profundas en áreas tan esenciales, no debería ser más que lo que es, una aserción que puede comprobarse con datos. Apuntar que con sólo reconvertir 17 facturas de medicamentos en una, ahorraríamos para ampliar la plantilla de personal sanitario, para reducir listas de espera y aumentar calidad en el servicio o en I+D, es un dato que se puede constatar consultando los estudios realizados por cualquier asociación sanitaria independiente. A día de hoy es inconcebible proponer una supresión de privilegios de la clase política, decir que con el sueldo pueden hacer frente, como todo hijo de vecino, al pago de su transporte, su iPad, su móvil de la manzanita, y su ordenador personal… por poner algunos ejemplos, sin ser tachado de demagogo.
Resumiendo, hemos visto a un Pablo Iglesias dispuesto a todo para ser presidente. Dispuesto a abrazar a socialistas e independentistas, dispuesto a desdecirse y a vestir camisa y corbata. Nada nuevo bajo el Sol.
Defensa Social