¿Hay esperanza?
El presidente Sánchez acaba de cambiar una buena parte de su gobierno. Ha apostado por un perfil más ajustado a la ortodoxia económica, en sintonía con lo que Europa le demanda. Ha incorporado a una cantera de mujeres jóvenes experimentadas, sobre todo en los cargos políticos y de partido. Al mismo tiempo ha quitado lastre haciendo desaparecer al omnipresente asesor Redondo, a la portavoz Carmen Calvo o al escudero Ábalos. A Podemos lo ha dejado como estaba, ni mejor ni peor. Este reajuste por un lado evidencia el desgaste del Gobierno, reconocido por sí mismo, especialmente a partir del Ayusazo. Es decir, lo que muchos, si no la mayoría, viene diciendo, el propio Sánchez lo ha reconocido, el fracaso de muchos ministros; nunca hubo un cambio tan brusco en democracia. La pandemia como excusa ya no es creíble, las cifras del paro han aumentado muy significativamente, así como el endeudamiento y la producción ha descendido, de forma que España ocupa el liderazgo negativo en estos y otros aspectos en Europa, esto apenas se oye en los telediarios. La manipulación de las instituciones y de las leyes para hacerlas a medida de los gobernantes es cada vez mayor. Las concesiones a los separatismos crecen día a día, no se les niega casi nada. Por otra parte el ala izquierda del Gobierno se dedica a una destrucción sistemática del sistema de vida español y cristiano, mediante la promulgación de leyes en contra de la familia y a favor de la muerte en sus diferentes versiones.